miércoles, 1 de junio de 2016

CAPÍTULO 4

Psicólogo: si no me dices lo que ha ocurrido, sobreentenderé que trataste de suicidarte autogolpeándote, y te sedaremos como un vegetal.

Dije que quería cambiar la sesión, pero cuando has matado a tanta gente, tu opinión vale más bien poco.

Dos Caras: me caí.
Psicólogo: ya veo-. Hace una pausa, como si se estuviera recalibrando a si mismo. Pasa a otra cosa, y temo que sea algo que me apetece aún menos-. ¿Qué es lo peor de haber visto a Gilda con otro hombre?

Lo sabía.

Dos Caras: ya la he visto en otras ocasiones. Además, he tenido muchas mujeres aparte de ella. Psicólogo: y sin embargo, decidiste quedarte con ella.
Dos Caras: ...
Psicólogo: solo te preguntaré una cosa más. ¿La fuga de la prisión fue idea tuya, o del Joker?
Dos Caras: no soy un chivato, no diré nada.
Psicólogo: no hace falta, ahora ya lo sé, solo he tenido que mirarte.
Dos Caras: ¿y qué ves, doc? –le pregunto con sorna-. ¿A dos hombres?
Psicólogo: a medio.
Dos Caras: te aseguro que disfrutaré mucho cortándote la garganta en el próximo motín, y me molestaré en organizarlo yo mismo para demostrarte lo mucho que he progresado en tus sesiones. Psicólogo: mientras no me toques la cara.
Dos Caras: no serás tan gracioso cuando tire una moneda que decida tu misma suerte.
Psicólogo: en el fondo, eso también refleja tu juicio, tu personalidad. El azar en tu vida es falaz. Tus actos no responden al azar, sino a un temperamento condicionado, por eso siempre eres engañado, cometes los mimos errores y llevas años sin hacer nada digno, porqué todo está preestablecido, sin un ápice de imprevisibilidad.
Dos Caras: eso no tiene sentido, precisamente las probabilidades...
Psicólogo: se falsean, subconscientemente. Ya no tiras la moneda tan arriba como antes, o la pones encima del dorso en vez de cogerla con la misma mano... cada variable determina lo que sucederá, y del mismo modo que aborreces la justicia arbitraria, has terminado arbitrareando tu voluntad. ¿Recuerdas por qué lo empezaste?
Dos Caras: lo único que veía sentido y que era absoluto, es el azar.
Psicólogo: porqué creías que la voluntad de los hombres era corrupta, ¿pero y la tuya? Tus decisiones también eran basadas en la moneda.
Dos Caras: porqué me volví corrupto. Pero distinto a los demás.
Psicólogo: has dejado que te manden igual, solo que en vez de un capataz, es un objeto circular de plata.
Dos Caras: sí...
Psicólogo: ¿sí?
Dos Caras: es... verdad.
Psicólogo: ¿y qué harás al respecto?
Dos Caras: la moneda... todo está en la moneda. En cómo la use. La vida es azarosa, y mi juicio puede verse nublado aún estando libre. Las coyunturas no se toman con la misma convicción con duda que sin ella, y el resultado de mis actos se verá afectado por ella. Tal vez no funcione mi elección no por el error sino por condicionamiento. La suerte nos equipara, pero solo en igualdad de condiciones, y esas se dan sin variables, cuando nadie tiene nada.
Psicólogo: interesante.
Dos Caras: nunca había pensado algo así, ¿por qué ha salido de repente?
Psicólogo: siempre lo tuviste, pero alguien te lo bloqueaba.
Dos Caras: ¿quien?
Psicólogo: tú. Como mitad. Hemos hecho mucho hoy, ya puedes marcharte, te están esperando.

Lo sabía, pero no me apetecía lo más mínimo. No verle a él. Supongo que por eso sacaba el tema, par asegurar que no unía más cuerpos muertos a mi larga lista. Su problema. Al llegar recuerdo todo lo que aborrezco de él. Es demasiado parecido a Dent. Aborreciblemente.

Marido: has venido.
Dos Caras: como no haya un buen motivo para ello te romperé los pulgares. De buen grado aceptaré aislamiento.
Marido: por esta clase de cosas te dejó por mí.
Dos Caras: por un enclenque débil y lastimero. Yo podía protegerla.
Marido: de ti, no.

Fantaseo frecuentemente en diseccionarle la cara en dos partes, y ver si Gilda le amará tanto como lo hace ahora.

Dos Caras: ¿a qué has venido?
Marido: aborrezco estar frente a ti. Cuando la dejaste la destrozaste. La rompiste, y yo tuve que juntar los pedazos. Le costó mucho superarte. Y ella lo sabe, pero aún así, quiere verte.

Titubeo más de lo que quiero. La boca se me queda abierta, y un escalofrío pretérito para mí me recorre el pecho.

Dos Caras: ¿ella...?
Marido: Gilda está enferma, Dent. No le dan más de un mes. Cáncer. Ayer le dio un derrame
Dos Caras: no puedo ir a verla, me lo han prohibido.
Marido: ¿y eso también es culpa suya? –cree que me odia a mí tanto como yo a él. Se equivoca. Soy puro odio-. Pero ella ya lo ha pensado, por eso ha llamado a una buena abogada. Vuestra profesora de derecho procesal.
Dos Caras: ¿Susan Bellamy?
Marido: sí, y sabes muy bien que no se tragan. Está haciendo mucho por ti. Está arreglando tu salida. Controlada, eso sí, pero podrás ver a Gilda.

Paso las siguientes horas tumbado en la cama con una algarabía de recuerdos que, pese a no sentirlos como míos, reconozco como tales. Me enfurece. Me desquicia. Como si estuviera en el suelo porqué alguien me retiene ahí, alguien a quien debería detener pero al que no puedo como si estuviera condenado al fracaso desde antes de empezar. Logré todo lo que un hombre puede lograr. Me gradué con las mejores calificaciones. Conseguí plaza como profesor. Me casé con la mujer de mis sueños. Fui elegido  fiscal general de Gotham. Me gané el respeto de la ciudad. Pero a cada esquina, estaba la sombra de mi padre, y yo, como un idiota balbuceante, tratando de perdonarle. Así que tomé la decisión; el dependiente o independiente. Pero el loquero lleva razón. Creía que era un pez gordo, cuando hace años que perdí esa posición, y me he obsesionado tanto con mi filosofía que, al final, la he perdido viciándola.

Susan no ha cambiado, y la luz de aquí, no favorece. Era siete años mayor que yo, empezó a dar clases muy joven. No recordaba echarla de menos. No entiendo por qué no recordaba cosas que no se olvidan. Como lo amable y encandiladora que siempre ha sido, tanto como elegante y con clase.

Susan: hola Harvey.
Dos Caras: no me llames así.
Susan: no me pidas que te llame por lo que no te conocí.
Dos Caras: entonces, no me llames.
Susan: de acuerdo –no deja de mirarme con esos ojos azules, claros, pulcros-. El marido de Gilda, y eso lo vas a tener que aceptar, te ha informado de que ella me ha pedido sacarte con un permiso para verla. Les he expuesto el precario caso de Gilda, y que no se estarían castigando a ti sino a ella, una devota ciudadana que fue perjudicada por la ineptitud de los órganos institucionales para protegerla a ella y a su familia.
Dos Caras: no van a tragárselo.
Susan: lo han hecho.
Dos Caras: no... no es posible...
Susan: han dado luz verde. Pero irás custodiado por quince hombres. Y tu comportamiento debe ser ejemplar. Otro desliz y te considerarán demasiado peligroso y te recovarán ese derecho.

Es casi demasiado real, como si pudiese tocarlo.

Dos Caras: ¿por qué haces esto? Gilda no te gustó nunca.
Susan: pero tú sí. No has olvidado nuestras tutorías, ¿verdad?
Dos Caras: no, no lo he hecho. Ni tampoco tu marido.
Susan: lo dejé. Me casé demasiado joven. Tenía menos claro con quien quería estar que quien quería ser.

Aparto mi mano de la suya, aunque esta vez no soy brusco. No podría con ella.

Dos Caras: sigo sin ser Harvey Dent.
Susan: comprendo –se levanta de la silla, con estilo, sin mostrar enfado-. Estoy bien sola, terminé con el papel de amante esposa, es solo que creí que te vendría bien alguien que cuidara de ti.

Antes de cruzar la puerta, se detiene una vez más. No es de las que insistan dos veces el mismo día, es suficiente orgullosa como para eso.

Susan: Gilda se muere. Su enfermera dice que no le queda mucho. Si te deniegan la salida, será la última oportunidad que tengas de verla en vida. Así que recuerda. No pueden denegártela. No...
Dos Caras: no lo haré.

Últimamente me he sentido más liviano que antaño, como si algunas partes de mí, volvieran a funcionar tras un prolongado letargo, y no me molesta en absoluto. Había desechado todo lo que había formado parte de mi historia pasada, y empiezo a plantear que he sido demasiado ciego con mi nuevo yo.

Killer Croc es lento de cojones. Llevo dos semanas para enseñarle lo mismo. Si crea su propia banda, el Pingüino se lo merendará en un mes. Solo puede sobrevivir como matón, aunque muy bien. Puedo soportar el olor a cloaca que desprende y lleva arrastrando de antes de ser encerrado, pero no su incompetencia. Lo siento como lo que menos tolero, hasta que viene alguien que tacharía de abominable.

Joker: Harvey-Harvey... ¿enseñas a leer a un cocodrilo? Un consejo, Croc. Pídete a otro cuando te toque aprender los palíndromos. Harv siempre ha tenido problemas de bilateralidad.
Dos Caras: ¿qué quieres, Joker? ¿Otra paliza? Estamos rodeados de guardias.
Joker: ¿te acuerdas de esa pequeña charla que tuvimos acerca de que Arkham y la alta mortandad que ofrecía había resultado ser muy conveniente para mis legiones de seguidores para encontrar trabajo? Pues como ahora puedes ver, no exageraba.
Dos Caras: si quieres pegarme con los de azul, adelante, puedo con ello.
Joker: lo sé, eres un tipo duro, al fin y al cabo, pero perder la oportunidad de ver a tu no-esposa con vida puede ser horrible.

Le sujeto del pelo, del que tiro hasta que su nariz se empotra contra la mesa.

Joker: creo recordar que todo lo que necesitabas para que te negaran el permiso era un incidente.

Lo dejo ir de inmediato. Las venas del cuello se me hinchan, las noto a punto de estallar. Cree tenerme contra las cuerdas, pero esta vez, soy yo quien decide.

Dos Caras: ¿qué quieres? ¿Provocarme? Tendrás que hacerlo mucho mejor.
Joker: sí -dice frotándose el mentón-, eso parece. ¿Sabes qué fue lo más divertido que pegarte aquella paliza, Harv? –mis ojos bombean sangre, especialmente del lado malo-. No solo que tu esposa estuviera delante. No solo que fuera por Navidad. Ni siquiera que fuera un broche de oro a una encadenamiento de fracasos para capturar a El Festivo. Lo mejor, era que te quedaste en el suelo como un perro que quería y no podía, tal y como tu padre te enseñó que eras.
Dos Caras: ¿qué sabes tú de mi padre?
Joker: más que nadie, como te dije, nadie sabe cómo consigo lo que consigo, pero lo hago, ¿verdad? Dos Caras: insuficiente.

Me divierte ver como el payaso muestra frustración, y esa sonrisa chillona se convierte en una mueca bizarra de resquemor.

Joker: tengo un público difícil, hoy. Bien. Me gustan los retos. ¿Y si te dijera que Arturo, el atento y amado esposo, fue presentado por mi?
Dos Caras: diría que mientes. ¿Ahora resulta que tú has sido partícipe de todo lo que ha ocurrido en mi vida? ¿Por qué yo?
Joker: porqué eras el caballero blanco de Gotham –mi corazón se me encoge. Di por sentado que estaba podrido-. Tiempo atrás, quise asesinar a la familia de minibatmans que corretean por allí por haber vuelto a Batsy tan débil. Ahora, imagina alguien con quien no solo tiene que ser protector, sino que es además equivalente, en un sentido en el que, eventualmente, será innecesaria la capa y la capucha. Si no llego a tumbarte, tú habrías tumbado a Batman, y eso, no podía consentirlo. Y te tumbé muy bien, Harv... aún lo hago...
Dos Caras: Gilda me dejó antes, no tienes nada, Joker, solo le diste una nueva pareja.
Joker: una que supo satisficerla como tú no pudiste. Créeme, he visto varias sex-tapes de ellos y no es como si Gilda te eche de menos.

Pego un puñetazo en la mesa. Los seis guardias se acercan a nosotros, acechándome, con sonrisillas traicioneras.

Dos Caras: mejor para ella –me obligo a sonreír-. Yo he tomado otras mujeres.
Joker: rrrrr –protesta con desdén-, muy bien, iré al plato fuerte. ¿Recuerdas cuando dije que tú fuiste mi creación? Bueno, no fuiste mi único. A ti te liberé hace tiempo. Solo necesitaba romperte. Pero hubo otra, a la que descuidé durante un tiempo y se volvió... rebelde. Así, que tuve que hacer que repitiese curso. Fue un verano duro, de hincar codos, pero ahora nuestra preciosa Harley ya está preparada para enfrentarse a la universidad, hacer exámenes, emborracharse con su hermandad y tener su primera experiencia lésbica.
Dos Caras: ¿qué tiene que ver esa pirada en esto, Joker?
Joker: ¿sabías que ella es psiquiatra?
Dos Caras: sí, la vi trabajar aquí antes de que te metieras en su cabeza.
Joker: ¿y sabes que un psiquiatra es alguien que estudió previamente medicina?
Dos Caras: claro.
Joker: ya sabes cómo es la sociedad, siempre juzgando. No puedes tener un mal día sin que todos se te echen encima, o que se te enfaden porqué una vez tiraste un papel al contenedor verde o porqué alojaste veneno cutáneo a una máquina expendedora de profilácticos de un instituto público. Así que la pobre ha tenido que ir buscando empleo por un perfil más bajo. Ahora trabaja con una mujer enferma. No se queja mucho, aunque la mujer huela un poco y su hija haga demasiado ruido.

Cuando vuelva de ver a Gilda, lo primero que haré será asesinarte en tu propia celda.

Joker: lo hice por ti, Harv. Por un amigo, lo que haga falta. Incluso le di un jarabe para la tos. Bueno, dejé la receta hecha, Harley la produjo y se la dio. Dios la bendiga...

Trato de que mi cerebro no se apague. Lo logro a duras penas. Harley localizó a Gilda, le vertió veneno de algún modo y logró el trabajo como cuidadora cuando cayó enferma y le informó de todo al Joker. ¿Cuanta gente más interviene en esta telaraña macabra? No. Soy fiscal. Solo el Joker puede mentirme sin que lo cace, al menos ahora, no soy como antes. Quiero hundirle la suela de mi bota en la cara hasta que solo queda una masa amorfa irreconocible. Quiero quebrarle la columna vertebral por doce partes. Quiero convertir la risa en una psicofonía de aullidos y gemidos. Eso es lo que también él quiere. No se lo daré. Tengo que irme, Croc me anima a destrozarle y cree ayudarme. No ha prestado atención a nada. El Joker sonríe. Era su última baza. Acaba de decirme que envenenó a mi esposa. No hay nada peor que eso.

Joker: realmente vas a obligarme a usar lo único que me queda, HarveyHarvey.
Dos Caras: no te queda nada, payaso, solo eres un estercolero hediondo de mentiras.
Joker: y sin embargo, te las sigues creyendo porqué una parte de ti sabe que son verdad-. Mi cuerpo está contraído de la rabia, pero aguanto, puedo aguantar, por fin he logrado tener pleno control de mi mismo. Esta vez gano yo-. ¿Sabes? Yo conocí a Maroni.

Abriendo viejas heridas. Está falto de ideas.

Joker: yo ya te había echado el ojo. Como para no hacerlo. Llamaste mucho la atención. Estabas preparado para ellos, pero no para mí. Sé algunas cosas de química, ¿sabes?

¿Qué?

Joker: ¿alguna vez te has preguntado cómo coló aquel frasco en aquel juicio?

No...

Joker: si no saben que hay que mirar en alguien, nunca echarán ese vistazo en concreto, y una vez dentro...

No puede ser.

Joker: ¿nunca te pareció extraño que es el líquido te provocar esa clase de lesión en concreto? Te gustaban las monedas. Harvey “Dos Caras” Dent. ¿Coges la broma?

Estalla a reír. Miro al suelo. Sus secuaces también ríen, pero solo escucho la suya. No muevo ni una sola parte de mi cuerpo. Aún no acaba. Quiero oírlo todo.

Joker: yo creé lo que te mutiló la cara. Yo se lo di a Maroni. Yo te creé. ¿No lo ves? Me perteneces. Y cumpliste mi máxima. Todo hombre es un loco en potencia, lo único que necesita, es un mal día. Añádele suficiente presión, y verás como todo el engranaje que sostiene su cordura cae por si solo.

El más gordo vomita los intestinos con el primer puñetazo. El siguiente trata de darme mientras me ataca su compañero. Me cubro de ambos y les disloco la mandíbula y la rodilla. Vienen dos más, pero Killer Croc les abre la cabeza y se come lo que encuentra dentro. Rompo el brazo de otro por tres sitios y le quiebro el cuello.

Cuando mis manos alcanzan al payaso, los de azul me tiran al suelo. Gilda. Yo te aparté de mi. Todo lo que hice fue por él. Creí que decidía yo, pero... él hizo que cortara contigo... no, fue culpa mía, dejé que me manipulase. Puedo arreglarlo. Barro sus tobillos y me llevo a uno por delante. Las puertas del comedor están abiertas. Tengo que ver a Gilda. En el pasadizo exterior hay tres guardias más. Placo al primero y a los demás les abro sus cabezas. Llego afuera. Veo los faros y los francotiradores  gritándose órdenes. la valla es alta, pero en carrera puedo saltarla. Mi sombra atrae la mayoría de los dardos, aunque dos me dan en la espalda. La adrenalina hace el resto. Puedo seguir, no pierdo velocidad. Tengo que ver a Gilda por última vez. Tengo la puerta cerca, solo treinta metros.  


Oigo cambiar de munición. El reguero de inyecciones se transforma de marcas de impacto de bala. El hombro se me sale de sitio en uno de los aciertos. la pérdida de sangre se mezcla con el efecto de los sedantes. La valla es más alta. Sigo corriendo. Caigo al suelo con el segundo acierto. Me duele solo de llevarme el brazo a las costillas. Sigo corriendo. La valla es demasiado alta. Dos balas rozan mis piernas y termino medio somnoliento agarrado a los barrotes de la puerta del asilo. Los zarandeo, fuerte, luego débil, y luego fuerte otra vez.

No puedo saltarla, pero tampoco apartarla. Mi visión se nubla. Mi juicio, aún más.

Ojalá pudiera separar estos barrotes, pero ya no puedo. No tengo fuerza sobrehumana. Solamente nací como un hombre.

Y moriré como un monstruo
CAPÍTULO 3

Llega El lunes y el comedor está abarrotado, como siempre. Edward Nygma ya está en la mesa, temblando con una patética sonrisa, como un prepubertino que acaba de descubrir que existen las pajas. Veo el filo del pincho corretear por debajo de su manga. Me acerco a él, con el ceño fruncido, como siempre.

Dos Caras: sé donde tienes que apuñalar. Hazlo más arriba, o más abajo, y antes de caerme al suelo, te quito el puñal y esparzo tus entrañas por el suelo.

Ríe menos, aunque no pierde la excitación. Me mira de arriba abajo un par de veces, se lo piensa bien, y me endiña la hoja. El dolor es sordo, me doblo al momento. Luego, lo percibo como el pinchazo que es, profundo y largo, del que acabo desprendiéndome, cayendo de bruces justo antes de ver como tiras de piel rojiza unen el cuchillo con mi abdomen.

El payaso no mintió. El hedor me mantiene en un estado somnoliento mientras me estabilizan. Cuando me dejan me encuentro en una planta distinta, aunque he podido escuchar su conversación en la que todos los prisioneros que han llenado la enfermería tenían sonrisas exageradas con marcas de cuchillos. Froto la masilla contra las correas, pero aún tengo que forcejear más para desatarme. Mis muñecas terminan sangrando, pero lo consigo. Me abro paso a través de la sala, vigilando de pasar cuando el personal está de espaldas. Justo en la ventana, uno de los guardias va a dar la alarma. Me lo llevo de las piernas, le parto la ceja, le agarro la muñeca con la que trataba de golpearme con un palo y le rompo la faringe poco antes de aplastarle la cara contra el suelo.

El camión ya se marcha y esta va a ser mi última oportunidad, aunque de fallar, la caída me dejará en silla de ruedas. La moneda. Salta. Vuela. Baila. Cae. Decide. Aterrizo entre bolsas hediondas que suavizan mi caída. No puedo relajarme debido al pestilente olor, pero no tarda mucho en llegar al barrio de Gilda. Oigo muchas sirenas, así que me muevo por los callejones y los atajos. Subo por las escaleras de incendios, tratando de hacer el menor ruido para no molestarla. Además, no pretendo advertir a la enfermera. Ella no lo entendería, pero Gilda sí. Renuncié a ella cuando me abandonó, pero ahora está débil, sabrá apreciar lo que he hecho por ella. Miro por la ventana para cerciorarme de que está sola, pero precisamente, veo lo contrario.

El payaso me mintió donde más me duele, donde ni siquiera recordaba que me dolía. Donde había dejado de dolerme.

Gilda está visiblemente enferma, pero una niña con su mismo pelo y su marido, están jugando con ella, mientras comen un pastel con tres velas estocadas en ella. La enfermera es joven y tiene un andar ágil, pese a que más triste que jovial. Es rubia, de cuerpo muy delgado pero con curvas. Ese andar me suena, pero comprendo que es el típico de las mujeres cuando llevan tacones.

Vagabundeo por las calles. Antes o después me capturarán, ni tan solo evitaré exponerme. Me da igual. Me ha engañado. Otra vez. Me ha humillado. Me ha
destrozado. Y no es la primera vez que lo hace. Hubo una época en la que rivalicé con él, aunque nunca estuviera por encima, nunca lo estuve. Ahora, estoy en la cola, por detrás de los más olvidados por el murciélago. Si no fuera por la conexión que tenía conmigo, ni siquiera repararía en mí. ¿Para qué? No soy una amenaza. He dejado de ser digno. Tampoco para Gilda. El Joker me lo ha recordado. Una vez más.

Termino en un antro a tomarme una copa. No llevo nada encima, pero dado que vaya a la cárcel por no pagar una copa. Quiero pasar por mi garganta el escozor de un buen whisky, aunque dudo que este sitio lo tenga, lleno de negro y azul, correas, látigos y cuero. Nadie se extraña de mi rostro. La oscuridad ayuda, pero varios me miran absortos, sin asco. Una de ellas se me acerca.

-¿Te invito a una copa?

Acepto, así llamaré menos la atención. Me tomo el trago mientras sonríe, devorándome con la mirada. Me recuerda a algunas compañeras de clase. Con sus juegos. Antes me gustaba jugar. Antes era un jugador, como ellas. Entre jugadores nos entendíamos. Ahora, no hay nada que odie más que los juegos. Su oreja está perforada cuatro veces, así como su nariz y sus labios por partida doble, y todo el cuerpo tatuado, medias de rejilla hechas jirones y botas con suficiente tacón como para sacarme una cabeza cuando me siento. Sus ojos son tan negros como la sombra que se ha pintado bajo ellos.
-¿Tú eres Dos Caras, no?

La volteo y la cojo del cuello, apretando y tirándola contra la pared.

Dos Caras: grita y te saco la nuez de sitio.
-Estás en un local de BDSM. Si grito, a nadie le importará.

La miro perplejo. No me tiene ningún miedo, al contrario, disfruta conmigo ahogándola.

Irremediablemente, aflojo la mano, y doy la vuelta, pero me la vuelve a coger y me gira con violencia.

Dos Caras: sabes quien soy, no tientes tu suerte.
-Creía que lo decidías todo a través de la tuya.
Dos Caras: el azar no pertenece a nadie.
-¿Y por qué eres tú siempre quien tira la moneda?

Parece que todo el mundo que me encuentro quiere psicoanalizarme. Tal vez deje que me detengan solo para no oírla, ya oigo las sirenas.

-¿Donde vas? Este es el único lugar donde no te buscarán.
Dos Caras: ¿quien te dice a ti que no quiero que me encuentren?
-Tu mitad oscura, la interesante.
Dos Caras: la mitad oscura soy todo yo. La única que hay.
-No, las mitades sugieren, pero no son, no llenan un cuerpo entero. Yo quiero tu mitad en su plenitud, toda entera.
Dos Caras: estás loca. Más que yo.
-Y universitaria –me pone una tira de papel en la palma de la mano. Su número y su nombre. “Hela”. No sé si es el nombre o el apodo-. Llámame cuando no quieras que te cojan.

Se va mordiéndose la lengua y los labios, no sin antes volver a engullirme con esos ojos negros como el infinito. Salgo y ni siquiera pongo resistencia, así que tampoco ejercen fuerza ellos. El viaje de vuelta lo paso en silencio. No quiero hablar. No tengo de qué hablar. Aunque, pese al fracaso, sigo pensando en ella.

Vuelvo a estar en sesión. Creí que me pondrían en aislamiento. Deduzco que habrá insistido mucho en que no vaya, porqué es lo primero que me pregunta.

Psicólogo: ¿fugarse de Arkham sirvió de algo?
Dos Caras: ...
Psicólogo: puedes ignorarme cuanto quieras, pero hasta ahora, hablar solo contigo mismo en uno de tus desdoblamientos de personalidad, te ha granjeado una personalidad muy manipulable.
Dos Caras: ...
Psicólogo: nadie puede valerse por si mismo. Busca la táctica que quieras, pero como te dije, nadie será más sincero contigo que yo. Es mi trabajo, no me queda otra. O de lo contrario seguirás sin obtener nada más que decepciones desoladoras que ni tan solo la demencia derivada de tu psicosis será capaz de sobrellevar, y eso es porqué lucha para no quedarse anclada en ese patetismo, alguien que dota de dignidad de la que tu ira echa en falta.
Dos Caras: eso es morralla, doc, a mi no se me manipula como haces a tus pacientes.
Psicólogo: repasa tus últimas 24 horas y vuélvemelo a decir.
Dos Caras: ...
Psicólogo: puedes marcharte ya.

Odio que me deje con la palabra en la boca. Y odio ver al payaso bajando las escaleras. Hoy le han quitado la camisa de fuerza. Mejor, quiero que se defienda. De entrada se sorprende de verme, lo cual, lo hará más gratificante.

Joker: Harvey-Harvey... ¿qué se dice de perdonar?
Dos Caras: ¡me mentiste!
Joker: es parte del juego, Harvey-Harvey
Dos Caras: ¡prometí ser tu peón a cambio!
Joker: y lo fuiste. Serviste muy bien a mi propósito. Reírme de ti. ¡Jajajajajajaja!
Dos Caras: ¡¡te mataré!! ¡¡Te mataré!!

Dos hombres salen de la nada. Me patean las rodillas y mi mentón cae directo en el suelo. Me patean por todos lados, apenas, puedo poner los brazos para
cubrirme. El payaso les ordena que se aparten, y pone el talón de su bota encima de mi cabeza.

Joker: feliz navidad, Harv. ¿Te acuerdas? Parecido a cuando conocí a la señora Dent. Claro que ahora es la señora de alguien más... con la cara entera.
Dos Caras: te mataré...
Joker: no lo harás, pero siempre digo “persigue tus sueños”. Porqué eso es todo, Harv. Sueños. Y estos pueden convertirse en pesadillas.


Su bota me limpia la boca de una patada, noto como esta se abre y babea sangre por doquier. Mis costillas dejan de estar juntas y se deslizan entre si, notando como los golpes llegan a mis pulmones y a mi hígado, y esta vez, la moneda que oigo caer lo hace con el eco de una risa macabra.  
CAPÍTULO 2

El comedor está abarrotado. La calaña va de un lado para otro, solos distrayéndose, como la basura volcada de un camión en su tanque. La comida que nos sirven es basura, pero los postres, son salvables. Especialmente el pastel de limón con romero encima. Me gusta. Como huele, como sabe, como palpa... por eso siempre me coloco al final del comedor, donde su olor me acompaña durante la comida y le da algo de sabor. Hasta hoy.

Dos Caras: estás en mi sitio.

Levanta la mirada y sonríe con arrogancia con sus dientes torcidos cuando vuelve a su plato. No se o pregunto otra vez. Lo agarro de la nuca, lo levanto y me dispongo a lanzarlo contra la pared, pero me asesta una patada en la mandíbula, la rodilla y el estómago. Me sigue propinando rodillazos mientras acabo en el suelo, agarrándome de su camisa y mi cabeza dándome vueltas. Enloquezco de cólera. Encuentro un patrón a sus ataques. 2. 1. 2. 2. 1. 2. 1. 2. 2. 1. 2. 2. 1. 2. Ahora.

Le hundo el puño hasta lo más profundo de sus cojones. Ahora es él quien se dobla. La piel de mis nudillos cae sobre su cicatrizado rostro. Intenta revolverse y me conecta varias series, pero es más lento y más torpe. Justo cuando voy a hundirle la nuez, dos guardias se me llevan por delante a Zsasz me machaca la cara con los pies. La nariz se me lleva, la visión se me enturbia y lo último que oigo es el sonido de una moneda rebotando contra el suelo.

Esta vez no despierto en Aislamiento, sino en mi propia celda, la cual quemé en dos mitades con queroseno una de las veces que se armó un motín. Pensé en quemarlo todo, pero no me gustaba, y necesitaba algo más... honesto.

Joker: Haaaaaarveeeeyyyy-Haaarveeeyyy...

Ahora sé por qué no estoy en Aislamiento.

Dos Caras: no quiero oír nada de ti, payaso.
Joker: ¿y esa mala cara? No me lo digas, ¿te has cortado afeitándote? ¡Hahahahahhahahaha! Ohhh... el viejo Harv, tan gruñón como siempre... un buen vecino comparte la sala, te invita a una barbacoa y te deja desollar al gordo de los invitados.
Dos Caras: no soy imbécil, ya me has engañado varias veces para tus charadas.
Joker: soy un bromista, un artista de la picaresca, tienes que aceptarme tal y como soy si esperas que lo nuestro vaya a funcionar...
Dos Caras: te burlaste. Me llamaste débil. Que todo el mundo se reía de mí.
Joker: bueeeno... pero de eso hace mucho tiempo... no lo de que la gente se ríe de ti, eso aún sucede. Pero siento haber herido tus sentimientos.
Dos Caras: tú no puedes sentir nada.
Joker: ¡en eso te equivocas! Soy un hombre sensible y apasionado de las pequeñas cosas. Por Navidad solía pedirle a Santa que siempre me trajera un cadáver de niño calcinado con el que jugar a cocinitas. Obviamente, jugaba a que él era el pavo glaseado de acción de gracias con el que me había pasado del tiempo del horno, lo cual daba pie a disparatadas situaciones cómicas entre el elenco del reparto que se morían por participar. Literalmente. ¡Jajajajajajajjajaja!
Dos Caras: vete al infierno.
Joker: he estado. El trato, muy cálido, el mobiliario, austero, aunque la atención al cliente algo ruda y pobre, y no tenían conexión con el exterior. Me fui a reclamar, hasta puse una queja formal, pero me ignoraron. Vale que les apuñalara hasta esparcir sus tripas por el mostrador, pero un profesional tiene que serlo en vida y muerte, ¿no? ¿Qué me aconsejarías como abogado, HarveyHarvey?
Dos Caras: soy fiscal.
Joker: ni eso, ya, Harvey-Harvey. Tampoco estás casado, pues tu mujer está con otro hombre.

Golpeo con el hueso de la mano de la pared hasta que me queda toda entumecida, confundiéndose el dolor con la garganta reseca de gritar.

Dos Caras: ¡Yo no soy él, Joker! ¡Yo no soy el murciélago! ¡En cuanto abran las puertas pondré mis manos en tu escuálido cuello y te mataré!
Joker: tsk, tsk... ¿qué ha sido del sagrado sacramento del matrimonio? La gente se queda en la vida y en la salud, pero nunca en la enfermedad...
Dos Caras: ¿de qué infiernos hablas, payaso?
Joker: del de tu esposa, por supuesto.

No puedo verle a través de la pared, pero soy capaz de oír como su cara se estira para dibujar una sonrisa.

Dos Caras: ¡¿De qué hablas?! –Se aletarga en responder-. ¡¡Responde!!
Joker: tu esposa se está muriendo, Harv. ¿Aún no lo sabes?

Gilda. Llevaba el pelo a la altura de los pómulos. Decía que prefería gastar más en libros y teatro que en maquillaje y peluquería. Era una mujer fuerte más que yo, me sostenía en ella. Hasta que dejó de hacerlo. Hasta que me percaté de cuan débil estaba siendo.

Joker: tiene una de esas cosas que flotan por el aire de tu habitación y aspiran todo lo que encuentran. Cáncer.
Dos Caras: ¡No! –vuelvo a gritar, vuelvo a ser yo-. ¡¿Cómo vas a saber eso?!
Joker: por la misma razón por cómo hago lo que hago. Porqué soy yo –alarga la última sílaba.
Ríe histéricamente, temiendo que venga un guardia y lo haga callar sin tener todo lo que necesito.
Dos Caras: ¿por qué me lo cuentas? ¿Para torturarme?
Joker: no, eso ya viene con el paquete. Lo hago porqué me gusta que me sirvas como peón.
Dos Caras: ¡Yo no soy el peón de nadie!
Joker: claro que lo eres, Harvey-Harvey, el ácido que hizo que tu cara se divorciara una mitad de la otra también te licuó las neuronas. No sirves para nada, desde luego no para pensar. ¿Qué has hecho últimamente, aparte de matar un par de guardias? ¿Cuando fue la última vez que escapaste de Arkham por ti mismo? ¿Y cuando tiempo duraste ahí fuera?

Gilda está casada. No veo qué tiene que ver conmigo.

Dos Caras: ¿y su marido?
Joker: la abandonó. ¿Quién querría cuidar de alguien que solo sabe quejarse?
Dos Caras: yo.
Joker: eres un caballero, Harv. Mucho más que yo, aunque yo también he sentado la cabeza con Harley. Varias veces. Con varias Harleys. JAJAJAAJJAJAJAJAJA. Pero no estábamos hablando de mí. Gilda ahora mismo está sola con una enfermera pagada de su propio bolsillo. ¿Dejarás que pase sus últimos días sola?

Gilda. Se me hace extraño ese nombre, y a su vez, tan familiar. Se supone que no debería significar nada, y sin embargo, lo hace.
Dos Caras: tengo que salir de aquí.
Joker: para eso vas a necesitarme.
Dos Caras: ¿darte la espalda mientras escapamos? No estoy tan loco, Joker.
Joker: tú te lo pierdes, ahora se lleva mucho. Pero no, yo me quedo aquí, así que tendrás que memorizar mis indicaciones.
Dos Caras: ¿por qué no te has largado si sabes como fugarte?
Joker: soy un maestro de ceremonias, un dramaturgo, y no voy a salir a escena sin una obra.

Renuncio a entenderlo.
Dos Caras: ¿qué hay que hacer?
Joker: la semana que viene, llega el camión de la basura a llevarse todos los residuos. Para justo detrás de mantenimiento, en el ala este de la primera planta, dos plantas por debajo de la enfermería, que aquel día estará llena por obra y gracia mía. Necesitas ser herido con arma blanca en el abdomen, eso corre a cargo del interrogante. Cuando te aten, tú llevarás una masilla rudimentaria preparada para que tus muñecas sean más anchas de lo real. Frótalas contra las correas y se desharán. También te daremos una fragancia cuyo hedor te despertará de la sedación. Tendrás que hacer el resto del camino por ti mismo hasta saltar por la ventana dentro del tanque del camión, la ruta del cual incluye la casa de tu preciosa noesposa.
Dos Caras: ¿cómo sabes que el camión para cerca de casa de Gilda?
Joker: soy algo así como un dios ahí afuera, ¿y qué mejor oficio que el que te permite estar cerca de tu aclamado ídolo?
Dos Caras: no –aunque eso es otro que también me pone los pelos de punta-, digo que cómo ideaste ese plan; es demasiado metódico, y te mencionaste con alguien más. ¿Qué saca Nygma de todo esto?
Ríe como el majara que es.

Joker: nunca ha apuñalado a alguien.

El plan de esos dos es una locura, pero en Arkham no encontraré nada mejor, y a la vez, nada más seguro. Son precisamente los que más me atacan, aunque a Nygma le cierro la boca por un tiempo si le tuerzo el brazo. Al payaso, en cambio, sigue burlándose, aunque le resquebraje todas las costillas.

Me habían prohibido terapia desde que me cargara al último psicólogo, pero al cabo de unos meses me envían a otro, por ley parece ser. El sitio es bien oscuro, pero no pretendo quejarme, muestra debilidad. Apenas le veo bien la cara. Sé que de querer, encendería la luz, pero casi lo prefiero así, que nos mantengamos a oscuras.

Dos Caras: ¿cuantos loqueros voy ha cargarme hasta que dejéis de enviarlos?
Psicólogo: ¿asesinaste al anterior terapeuta?
Dos Caras: ¿y qué si lo hice? Secreto de confesión, ¿no?
Psicólogo: Dos Caras, has sido fiscal, ¿verdad?

Los matasanos suelen hablar de usted, nunca tutean.

Dos Caras: sí.
Psicólogo: lo que significa que previamente fue abogado.
Dos Caras: ¿la carrera te la dieron a base de silogismos?
Psicólogo: lo digo, porqué tanto abogados como psicólogos estamos obligados a romper nuestra confidencialidad cuando hay un quebrantamiento de ley de por medio. Me sorprende, severamente, que no te acuerdes.

Es molesto. Desearía poder arrancarle esa lengua y enseñársela antes de llevarme esas córneas irrespetuosas.

Dos Caras: mi anterior loquero nunca dijo nada de lo que le dije.
Psicólogo: yo no soy él, aunque muy probablemente aí termine igual como te has preocupado por señalar.
Dos Caras: ¿se supone ahora que tengo que hablarte de mi infancia y de mis padres...?
Psicólogo: padre abusivo, maltrato, represión de conductas violencias y recanalización de ellas en una moral férrea. la represión fue tan fuerte que dio como resultado la potenciación de una personalidad en la que sí tenían cabían esas emociones que te prohibías a ti mismo, pero la enterraste por partida doble al ver en lo que podías convertirse, quedándote con una personalidad radicalmente ética y asertiva, lo opuesta a la otra.

Apenas lee del portafolios. A decir verdad, ni siquiera lo tiene abierto.

Dos Caras: el otro... loquero... no hablaba tanto...
Psicólogo: también te prometió lo que no debía, así que cualquier diferencia que encuentres entre él y yo, lo tomaré como un halago.
Dos Caras: ¿les hablas así a todos tus pacientes? Sabes que podría matarte.
Psicólogo: por supuesto, y quieres hacerlo, pero te diré algo. Soy la única persona que será sincero contigo, lo cual significa que me odiarás tanto como me necesitarás.
Dos Caras: yo solo me valgo.
Psicólogo: no, no lo haces. Pero lo harás.

Me quedo en silencio, y el resto de la hora, pese a las intentonas por abrirme. El payaso ríe, el pingüino cuaquea, el acertijo se pregunta mientras responda y el cocodrilo llora mientras come... pero las dos caras solo muestran una, y vuelvo a pensar en lo que ha dicho. “Yo mismo me valgo”. “No. Pero lo harás”.

Las siguientes visitas con él no son mejores. Me callo y cada cinco minutos el hace una pregunta que se queda sin contestación. Hoy será la tercera visita, pero antes estoy en la sala común, donde juego al ajedrez con Killer Croc. Antes jugaba contra Nygma, pero estaba harto de perder y de sus burlas. Él es más pésimo que yo, y le gano con facilidad, a cambio, le enseño leyes. Cree que al salir de aquí será un capo de la mafia. El muy infeliz no sabe que no tiene cerebro para eso. Joker me saluda desde la puertas, desapareciendo. A él le obligan a ir con camisa de fuerza muchas veces. Es el más lunático de todos, pero no el más respetado. Ese soy yo. Tengo la fuerza y el cerebro para llevar este sitio, y todos lo saben, saben que solo pueden burlarse a mis espaldas.

El despacho del matasanos no ha cambiado ni un ápice. Sigue siendo tan oscuro como siempre. Me dormiría si no estuviera siempre tan cabreado. Por esta vez, sin embargo, cambia el enfoque. Toma la iniciativa.

Psicólogo: háblame de Gilda.
Mi ojo malo parpadea y mis labios hinchadamente deformados tiemblan.
Dos Caras: si vuelves a mencionar a mis esposa...
Psicólogo: ya hemos quedado en que me matarás. Mencionarla ya no añade nada más a la amenaza. Y no es tu esposa. Se volvió a casar y nunca fuiste a verla porqué la abandonaste. La pregunta es por qué. ¿No la amas?
Dos Caras: empleo mi tiempo en algo más digno y menos ridículo.
Psicólogo: ¿como ser el muñeco de trapo de alguien con más sesos?
Dos Caras: respeto. Justicia –suaviza, loquero, tengo perpetua, puedo soportar Aislamiento por ti. Psicólogo: ¿como la obtienes?
Dos Caras: fácil. Todo aquel que se me ponga por delante...
Psicólogo: eso no es justicia –me interrumpe-. Eso es onanismo de un niño de siete años. Presumes de poseer tu propia opinión de justicia, diferente a la del resto del mundo, pero no eres capaz de exponerla.
Dos Caras: el azar –dijo enfadado, como tratando de demostrarle que se equivoca-. Es la única incorruptible.

Echa la espalda atrás en el respaldo del asiento.

Psicólogo: esa, ya sí es una justicia propia, y una de muy interesante. La moneda te sirve para tomar todas las decisiones, ¿verdad?
Dos Caras: sí.
Psicólogo: pero la moneda es un símbolo, no un instrumento del azar.
Dos Caras: de qué diablos estás hablando.
Psicólogo: las decisiones que tomas siempre están sujetas al libre albedrío. La misma de dejar que decida el azar, está sujeta a tu voluntad. El azar decidió, pero no decidió decidir, y además, fue la moneda, un objeto material, sujeta a variables materiales, como el viento, la inclinación, el peso y la forma, que serían inútiles de haber usado algo abstracto. Además, no todas las decisiones son decididas por tu moneda. Hablar, caminar... ¿con qué rasero decides emplearla para confiar en ella de modo tan absoluto?
Dos Caras: ¿crees inculcarme tu pobre y prostituida moral, doctor?
Psicólogo: no es mi trabajo instalar una moral en ti, sino que encuentres una por ti mismo, o en este caso, que desarrolles bien la tuya.
Dos Caras: no necesito mentores.
Psicólogo: lo que necesitas, es alguien que te ayude a desarrollarte como necesitas porqué ahora mismo estás muy fragmentado y funcionas a mitad de tu nivel.
Dos Caras: no comprendo lo que dices, pero no me gusta lo que creo estar entendiendo.
Psicólogo: cuando eras Harvey Dent, enterraste a Dos Caras, por lo que eras una fracción de ti mismo. Ahora, como Dos Caras, entierras a Harvey Dent, con distinto pero equivalente resultado. Dos Caras: ¿y cuál es?
Psicólogo: que no eres quien podrías ser. Por eso te engañan, y se burlan de lo que eres.
Dos Caras: cualquier que se burle de mi, paga las consecuencias.
Psicólogo: hay muchas formas de mofa.
Dos Caras: ¿y todo eso lo sabes por una sesión a medias, otra en silencio y una última en la que solo hablas tú?

Por vez primera, ríe. Sus dientes son blancos y bien colocados, hasta encandiladores, la típica sonrisa de chico bueno que quiero convertir en un amasijo de astillas rotas.

Psicólogo: tú y yo hemos tenido más que tres sesiones.


Me quedo con ganas de preguntarle a qué se refería, pero cierra sesión. Vuelvo a la sala común. El Joker me sonríe otra vez, Croc pierde ante mi, gasto dos horas enseñándole derecho mercantil y vuelvo a mi celda a dividir en dos mitades todo lo que tengo. Como el día anterior. Y el otro.

Y lo que es nuevo de ayer, no lo es de la semana anterior.

Nunca me había fijado hasta hoy.
CAPÍTULO 1 

Las reuniones de Wayne Enterprises se me hacen aciagas. Si no me hubiera disciplinado desde un comienzo, sería incapaz de seguirlas. Sin embargo, es el legado de mis padres, y no pretenderé tomarlos como ejemplo para erigir mi cruzada contra el crimen y luego destruir su obra tangible y real. Aunque si pudiese designar a alguien para ese trabajo, sin duda, lo haría. Damian encantado aceptaría.  
Sus voces se convierten en un murmullo. No creí que mi entrenamiento para Batman podría aplicarlo como Bruce Wayne. Nunca pierdo de vista que mi vida de civil es tan importante como la de Batman, ni tampoco al contrario, Alfred se encarga de ello, muy a su pesar. Normalmente, cuando ocurre una emergencia, me llama. Si esta puede esperar, me deja un mensaje en vez de esperar a que vuelva.

Cuando finaliza la reunión, lo primero que hago es mirarlo. Me sorprende menos que la primera vez hace dos semanas. Harvey Dent vuelve a estar en aislamiento por asesinar a dos guardias. Me planteo si está volviendo a obsesionarse con los pares. Normalmente, los trastornos incluyen fluctuaciones. Tampoco es como si hubiera mejorado un ápice.

Ya en la Bat-Cueva, hago tiempo leyendo los documentos de la reunión mientras espero a que anochezca. Recuerdo cuando como Bruce Wayne pedía ayuda a Harvey para mirarse algunos contratos. Me sabía mal no pagarle, pero él insistía, y con dos vistazos, me decía lo que estaba bien y lo que estaba mal, sin titubeos. Eso, claro, fue antes de que le diera por matar a gente.

Damian: ¿por qué te afecta tanto este hombre? No es tan peligroso como el Joker o el Espantapájaros. Ni siquiera está en la categoría de Cobblepot o Máscara Negra.

Bruce: tenemos una historia juntos.

Damian: ¿por qué no me sorprende?

Alfred: su pequeño-usted tiene un punto ahí, amo Bruce.

Damian: tengo un nombre, siervo.

Alfred: y estoy orgulloso de ese logro de su parte, amo Damian. Seguro que su padre pensaría de igual modo si no estuviera ocupado en algo que se encuentra fuera de usted como centro de atención.

Damian: deberíamos despedir al siervo.

Bruce: te lo he dicho ya muchas veces, no es un siervo, es un amigo. Y Alfred, si tuviste paciencia conmigo, puedes tenerla también con él.

Alfred: ¿por qué habla usted en pasado, amo Bruce?

No puedo evitar sonreír. Fue tan atento como duro conmigo. Era leal a mis padres, y tuvo que ser muy difícil para él aceptar mi doble vida. Pero lo hizo.

Bruce: el sol cae.

Damian: vamos.

Bruce: no necesito que vengas. Tómate la noche para entrenar, o hacer algo de tu edad.

Damian: ¿como tú?

A veces creo que el ingenio lo sacó de Alfred en vez de mí. Antes de partir, se me acerca con un tono que ya ha empleado docenas de veces conmigo.

Alfred: amo Bruce, usted no le debe culpa ni remordimiento, y a pesar de odiar decirlo, su amigo se fue hace mucho tiempo.

Bruce: lo sé, pero ya han sido suficientes años como para que sepas que algunas cosas, sencillamente nunca cambian.

En el batmóvil me repito las mismas palabras. ¿Es verdad que nada cambia? Harvey hace mucho tiempo que está en Arkham encerrado. Acertijo, Bane, Joker innumerables veces... han escapado y amenazado Gotham. Incluso Killer Croc. He oído a reclusos burlarse de él, a escondidas, porqué es temido, pero también una mofa. Lo veo apretando los dientes, intimidante, siendo de las voces cantantes... siempre con su séquito dentro de Arkham. Pero al final, nunca llega a nada. El Joker y el Acertijo son quienes más se focalizan en él. Son escurridizos, no le temen. Los demás sí que tienen cuidado de medir sus palabras. Harvey ha sido engañado muchas veces por ellos, reaccionando con agresividad, y luego, con sumisión y desolación, pero entonces vuelve al día siguiente igual, como si nada hubiera pasado aunque con la memoria intacta, pero sin aprender de los errores del pasado. Es triste que se vea reducido a esto, tanto para Harvey como para Dos Caras. Tenía el respeto de los héroes, y ahora solo le queda la risa de los villanos.

Aislamiento se ha ganado el nombre a pulso. El cubículo es tan reducido que no caben dos personas, así que los trasladan a interrogatorios, encadenado de pies y manos. Aunque uno de los guardias es más alto que él, se las arregla, como siempre, para destacar, aparecer más esbelto y corpulento, incluso en un mono naranja. Cuando me ve, no gruñe. Sonríe, con hastío, pero lo hace. Es extraño en él. Suele ser más previsible.

Dos Caras: el Murciélago –eso no ha cambiado, el término sigue siendo el mismo-. ¿No tienes que interrogar al gordo del abrigo o detener a un chiflado que tome el nombre de algún cuento?

Batman: ¿por qué mataste a esos guardias, Harvey?

Dos Caras: eran corruptos, Bats. No me digas que me enteré yo antes que tú.

Esto resulta más duro de lo que creí, y creo saber porqué. Antes hablaba con Dos Caras, alguien completamente distinto a mi amigo. Ahora, a quien oigo es a él, pero en una versión perversa de él. Está más hablador, encantador y autocontenido.

Batman: ¿cómo puedes saber eso?

Dos Caras: vive en este lugar el suficiente tiempo como yo y sabrás el cómo.

Batman: tienes que parar o pedirán una orden de ejecución.

Dos Caras: y eso debe preocuparme por qué...

Batman: Gilda no lo hubiera querido.

Dos Caras: los muertos no desean, Bats. Sabes que nunca he sido muy esotérico. Y en cuanto a su recuerdo... bueno, cuando muera no estaré en el mismo sitio que ella, así que tampoco tendrá que sufrirme.

Batman: nunca antes habías hablado así de ti y de ella.

Dos Caras: ¿algo más?

Batman: no he terminado todavía.

Dos Caras: no hay nada que puedas decirme que vaya a hacer que deje de matar a guardias hijos de puta, Bats. Excepto Aislamiento y la Ejecución. Al menos, nada concerniente a mí.

Batman: no te atrevas a eludir tu responsabilidad.

Dos Caras: no lo hago. Lo que me ocurra me lo he ganado. Sencillamente, te propongo un trato.

Batman: ¿crees que haría tratos contigo? Estás en una celda. ¿Por qué querría hacerlo?

Dos Caras: por la amistad que te unía con el antiguo Harvey Dent.

No se ha limitado a decir “Harvey Dent. Ha añadido “antiguo”.

Batman: ¿a esto te ves reducido? ¿A chantaje emocional?

Dos Caras: no, una deuda, de alguien que debió protegerme, y no lo hizo. Que dejó que me mataran, a mí y todo lo que una vez representé. Dejaste que ocurriera, y lo único que te pido a cambio, lo único que jamás te pediré a cambio, es una cosa, una que no entrará en conflicto con quien eres ni en tus principios desde ningún punto de vista. Haz eso, y dejaré de no solo matar guardias, sino a cualquier inocente, cualquiera que no haya hecho daño a nadie queriendo.

Batman: ¿de qué se trata?

Sonríe. No como Dos Caras. Tampoco como Harvey Dent. Ahora sé que hablo con alguien totalmente diferente.

Unas palabras antes

Llevo escribiendo desde que era un crío. Ha sido uno de mis placeres culpables, se me diera o no bien. Me encanta la literatura, el cine y la ficción en general, y soy un apasionado de los cómics. Desde siempre he sentido una predilección por Marvel, pero DC también enamora, y precisamente, uno de los mejores personajes de la historia del cómic lo tiene precisamente esta editorial.

La profunidad de Batman y la mitología que los diferentes guionistas han cosntruido a su alrededor es tan elaborada y rica que aunque sea injusto, me centraré sólo en los villanos. Porqué de esto trata el relato que colgaré. Está centrado en uno de los mayores villanos de Batman. No es el Joker ni Ra's al Ghul, sino otro de los más carismáticos y explotables psicológicamente: Dos Caras.

Siempre he creído que lo que hace icónico a un personaje es, en primer lugar, la personalidad, y en segundo, su imagen. Esa dicotomía facial se prolongaba en su misma alma, y esa mezcla entre hacer lo correcto y estar tan quebrado que ni siquiera sabe si lo está haciendo con medios atroces o si de por si ni le importa, era algo que me apetecía explorar. Obviamente, como cualquier personaje ha tenido muchas reinvenciones, y puede ser que la mía también lo sea (o no) y no resulte del agrado, pero estoy contento porqué sí es el perfil que quería descirbir y la historia que me apetecía contar de un personaje, como muchos otros de la galería del murciélago, que querría que tomaran más protagonismo y quedaran menos solapados por el carisma (más que merecido) del payaso.

Y si resulta una afrenta a lo que conocíais como Harvey Dent, Batman y DC cómics, tranquilos... porqué obviamente, esto no es cánon. Sólo es un relato de un fan y su visión y su historia.

Para terminar, desearía especificar qué formato tiene la historia. Está entre un libor y un guión de cómic, aunque pese encontrar prosa, la distribución por diálogos y también la estructura recuerda muchísimo más (como también pretendía) a un cómic. Es una historia de doce partes, siendo la primera y la última (las más cortas) des del punto de vista de Batman, y del número 2 al 11, des del punto de vista de Dos Caras.

A lo largo de la historia veréis a muchos personajes desfilar, y aunque el protagonista es Dos Caras, sí me he interesado por, al menos, reflejar bien la personaldiad de cada uno.

Espero que sea de vuestro agrado, y si no, también. Al fin y al cabo, me queda mucho por aprender.

Saludos